NUTKA EL SEPTENTRIÓN ESPAÑOL (1774-1793)

Capitán de Navío (Ret.) Eduardo Bernal González-Villegas

Instituto de Historia y Cultura Naval de la Armada.


Cuando hablamos de los más de tres siglos de imperio español en el mundo, tanto en América como en Asia u Oceanía, normalmente tratamos sobre exploraciones y colonizaciones españolas cercanas al Ecuador y hacia el Sur del globo. Como mucho se relatan las acciones en latitudes como la de California, Monterrey etc. 

Pocas veces mencionamos que España siguió explorando y tomando posesiones más al Norte, por la América septentrional, la llamada costa NW de América del Norte.

En este artículo tratamos de describir las exploraciones españolas por esos territorios, hasta más al norte de los 60° de latitud. Fueron varios los factores que contribuyeron a la exploración sistemática de España en la costa noroeste de América a finales de la centuria ilustrada. El comercio peletero, iniciado a raíz del último viaje de Cook, despertó una gran avidez del producto entre las potencias europeas y los jóvenes Estados Unidos. De ahí derivó el afán de posesionarse de aquellas tierras estratégicas desde donde podían hacerse jugosas transacciones con el Oriente.

Además, la búsqueda del estrecho de mar, supuesto comunicador del Atlántico con el Pacífico, también desencadenó una fiebre exploradora en la segunda mitad del siglo XVIII, la cual tuvo importantes repercusiones en el mundo político, económico y científico de la época.

Por otra parte, no hay que olvidar que, desde su plataforma siberiana, los rusos fueron desplazándose desde Alaska al sur del continente. Ante esta virtual amenaza, los gobernantes de España y la Nueva España vieron la necesidad de oponer un muro de contención que, en su momento, se tradujo en la toma de posesión, al menos formal, de varios puntos del litoral oeste norteamericano, en fortificar el asentamiento de Nutka y en mantener una presencia constante y vigilante, en aquella dilatada costa. Nutka era una isla costera situada en una pequeña bahía de la costa occidental de la isla Vancouver.

Aunque la California se había explorado por vía marítima desde los tiempos de Hernán Cortés, en el siglo XVIII los viajes de altura no dan comienzo hasta 1774.

Éstos plantearían a la Corona, no solo el dilema de cómo apropiarse de manera eficaz de la California sino además de las tierras situadas al norte de la frontera en teoría 

Esta terra incognita, situada allende el presidio de San Francisco, se consideraba como legalmente propia desde la cesión alejandrina y el Tratado de Tordesillas (1493, 1494). No obstante, al cabo de tres centurias las potencias rivales ya no le reconocían a España el dominio de la zona, como tampoco le reconocían el monopolio del océano Pacífico, el otrora 

Este inmenso territorio de miles de kilómetros, ofrecía incontables obstáculos para su poblamiento, para su control político-militar y, desde luego, graves problemas de carácter económico pues, sin enormes sumas de dinero, cualquier proyecto de expansión geográfica y espiritual era simplemente una quimera.

Ya desde la década de los sesenta se conocían las incursiones rusas por la América septentrional. Después de una de ellas, en 1767, y la alarma generada subsiguiente, en 1769 los barcos San Antonio y San Carlos contribuyeron decisivamente a la ocupación de la Alta California con la fundación de San Diego y San Carlos de Monterrey, e inauguraron una fructífera carrera marítima que los llevaría a las aguas del Pacífico Norte con el fin de conocer los alcances de la expansión rusa y ratificar los derechos del Rey Católico. Todo ello en un ambiente de secretismo y rivalidad con una potencia con la que se mantenían excelentes relaciones.

El Territorio de Nutka (o San Lorenzo de Nutka), comprendía las islas de Nutka, Quadra y Vancouver, Flores y otras del Estrecho de Georgia, así como la totalidad del actual Lower Mainland, en la Columbia Británica y la mitad sur de esta provincia canadiense; así como los estados de Washington, Oregón, Idaho y partes de Montana y Wyoming en los EE.UU. Todo esto fue gobernado desde la Ciudad de México de 1789 a 1795, formando parte del Virreinato de Nueva España. Iremos viendo, sin mucho detalle pues se haría interminable, varias de las posesiones o exploraciones que pueden ver en esta imagen.

La coincidencia temporal del visitador José de Gálvez con el activo franciscano Junípero Serra en el virreinato novohispano fue un detonador para lo que se llamaría la última expansión española en América. (La misión de un “visitador” consistía tanto en asegurar la estricta aplicación de las leyes en el virreinato como en recopilar suficiente información para mejorarlas si resultaba necesario. Estaba investido de autoridad como para inspeccionar y revisar la conducta de las autoridades). Gálvez organizó la creación del puerto de San Blas, el cual desempeñaría un papel primordial en la empresa hispana de ensanchamiento imperial, rumbo al Septentrión americano. Este puerto, que a la postre se convertiría en departamento naval, junto a las misiones y presidios de las Californias, serviría de trampolín para lanzar viajes de reconocimiento que alcanzaron la nórdica tundra. Por razones geoestratégicas, aunque también religiosas, España proyectó e intentó evangelizar a los indígenas de Nutka, aunque no con tanto ahínco como lo hizo en otras partes y en otros tiempos.

A finales del siglo XVIII, el territorio de Nutka se atribuía a la soberanía española desde que el marino mallorquín Juan Pérez, al mando de la fragata Santiago, divisó la isla el 6 de agosto de 1774. Se buscaba fijar las posiciones de otras potencias en la zona de los 45 ó 50 grados, 

donde tengo noticias se haya establecido un presidio de los rusos, para ver si es cierto según las noticias difundidas por Lapérouse a Esteban José Martínez, segundo piloto de la fragata Santiago. Fijaron la latitud de Nutka en 49º 30’ N. (Real es ϕ 49º 35’,31N - L 126º 37’,32W) y, por entonces, la bautizó con el nombre de San Lorenzo. Pérez también llamó punta de Santa Clara a su extremo NW y de San Esteban al cabo Sur que se extiende tres cuartos de legua en dirección NW hacia el mar. La expedición de la Santiago recorrió apresuradamente la costa debido al agotamiento de su tripulación. No se llegó a producir ningún desembarco por lo que no pudieron tomar posesión del territorio, tal y como ordenaban las instrucciones recibidas.

En ese mismo año de 1774 el virrey de Nueva España, Antonio María Bucareli había pedido a la Metrópoli que le enviaran oficiales de Marina para explorar la costa del Pacífico hacia el Norte. Le mueven por un lado la penetración extranjera británica y rusa, principalmente, que comenzaba a infiltrarse en aquella inmensa e inexplorada zona siguiendo el comercio de las pieles y, por otro, la búsqueda del paso septentrional que uniera los dos océanos, Atlántico y Pacífico, de forma simétrica a lo que en el Sur hace el estrecho de Magallanes, tal cual lo suponían aquellas generaciones. El 16 de marzo de 1775, sale de la base naval de San Blas una expedición formada por la fragata Santiago, la goleta Sonora y el paquebote San Carlos, con instrucciones de alcanzar los 65º de latitud y reconocer la costa hasta tal coordenada.

Debemos mencionar a un personaje que será muy importante a lo largo de los años de la presencia de España en la América Septentrional. Se trata de Don Juan Francisco Bodega y Quadra, del que iré hablando a lo largo de esta conferencia.

Nació en Lima, criollo, por tanto, el día 3 de junio de 1744. Cursó la carrera en el Real Colegio de Guardiamarinas de Cádiz, donde se impartía una educación de rango universitario, de las más completas e importantes de la época, que abarcaba desde las materias científicas y militares hasta esgrima y danza.

Volvamos a a expedición anterior. Bodega y Quadra, ya teniente de fragata, se apuntó voluntario, no consiguiendo mandar ya que los mandos habían sido distribuidos entre los peninsulares, discriminación que estudiaremos más adelante. Por tanto, embarcó como segundo comandante de la Sonora. El jefe de la expedición fue el bilbaíno Bruno de Hezeta. Por azares del destino, Miguel Manrique, que mandaba la Sonora, pierde la razón, es desembarcado, y en su lugar toma el mando Juan Francisco Bodega, el segundo, quien tendrá oportunidad de mostrar su extraordinario valor e indiscutibles dotes de mando.

La expedición efectuó descubrimientos, levantamientos cartográficos, minuciosos reconocimientos de la costa, en especial allí donde se abría una ensenada que pudiera ser la entrada del buscado paso al Atlántico, y contactos con los indios. Los barcos continuaron hacia el Norte. Algún tiempo después Heceta comunicó a Juan Francisco que no le era posible continuar debido a lo avanzado de la estación y a los enfermos que tenía a bordo. Respondió Juan Francisco que él deseaba seguir.

Aunque se encontraba en idéntica situación que su compañero decide continuar en solitario, sin agua dulce suficiente, sin las cajas de carne que quedaron en la fragata y sin cirujano ni capellán. Bodega alcanzó en solitario los cincuenta y ocho grados de latitud un mes después. En el camino de regreso fue levantando la cartografía de la inhóspita costa, corrigiendo los errores abultados de las anteriores, y no deja de consignar que el paso del noroeste sigue sin aparecer.

Un mes después llegaba a Monterrey donde se encontró con la fragata y el paquebote, y a los ocho meses retornaban a San Blas. El virrey Bucareli remitió al Rey una admirable recomendación del mérito de aquella expedición.

Entusiasmado el virrey por el éxito, organiza una segunda expedición que parte en 1779. Bodega y Quadra ya es teniente de navío, pero a pesar de sus méritos el mando de la expedición se le da al teniente de navío Ignacio de Arteaga, nacido en la Península, mando a su vez de la fragata Princesa, mientras Juan Francisco manda la Nuestra Señora de los Remedios, alias la Favorita.

Aquí se perciben las consecuencias de la funesta discriminación entre criollos (españoles americanos) y españoles peninsulares, que se ha considerado como como una de las causas del profundo malestar que desembocará en la independencia. Juan Francisco Bodega y Quadra era peruano, Arteaga peninsular, ergo éste será el jefe. La discriminación perseguirá a Juan Francisco a lo largo de su vida, hasta que sus méritos fueron tan abrumadores que pasará a ocupar el lugar que le corresponda con el virrey Revillagigedo, americano, ilustrado y noble como él 1 .

Con víveres para quince meses y un total de 195 hombres, las dos fragatas salieron de San Blas el 11 de febrero de 1779, con instrucciones de rebasar los 58º de latitud alcanzados en la expedición anterior, y llegar al paralelo 70º, navegando por regiones desconocidas. Bodega y Quadra preparó la derrota a 1 Recalcando los valores de Bodega es de reseñar que se ha inscrito por derecho propio en la relación de importantes de nuestra Ilustración. En efecto, y como hombre ilustrado fue polifacético, explorador, colonizador, cartógrafo, hidrógrafo, astrónomo, naturalista, botánico, escritor, diplomático y humanista, sin perder su condición de valeroso navegante. seguir y precisó los trabajos cartográficos y científicos de la expedición. No se pudieron alcanzar los 70º por la aparición nuevamente del escorbuto, pero sí rebasaron los 61º. De las tierras descubiertas tomaron posesión solemnemente en nombre de Su Majestad, con el ritual acostumbrado. Fueron levantando acta de cuanto descubrían, convirtiendo los barcos en laboratorios flotantes, sin dejar de cartografiar por supuesto, los accidentes de la costa.

Preocupada la Corte por las continuas exploraciones y establecimientos británicos y rusos en la costa noroeste del continente americano, el ministro de Marina, Antonio Valdés, destinó en 1789 al alférez de navío Manuel Quimper y otros seis destacados marinos a participar en una operación con la intención de averiguar los intereses de las dos potencias europeas en esas latitudes. Salieron el 26 de mayo de Cádiz a bordo del navío San Ramón, al mando del brigadier Pedro Autrán, con el recién nombrado virrey de Nueva España, el Conde de Revillagigedo. También viajaba Bodega y Quadra quien, por esa época ascendió a comandante del Departamento Marítimo de San Blas, en la costa occidental de México. Por lo tanto, en la primera etapa de las exploraciones cuatro han sido los viajes llevados a cabo: Juan Pérez (1774), Bruno de Hezeta con Bodega y Quadra (1775), Ignacio Arteaga con Bodega y Quadra (1779) y, finalmente, Esteban José Martínez con Gonzalo López de Haro (1788). Sólo esta última expedición logró contactar con los buscados establecimientos rusos. 

El incidente de Nutka y la conformación de la última frontera marítima. El informe proporcionado por Martínez y de Haro de que los rusos esperaban refuerzos para ocupar Nutka provocó la alarma del virrey novohispano, quien, al año siguiente, 1789, envió una nueva expedición al mando del mismo Esteban José Martínez. Al llegar a Nutka, encontraron dos buques angloamericanos - Lady Washington y Columbía- y un tercero que navegaba bajo bandera portuguesa -el Iphigenia Nubiana-. Los dos primeros habían salido de Boston con el propósito de comprobar si eran ciertas las noticias sobre las riquezas peleteras. Los papeles del paquebote Iphigenia Nubiana, de una compañía inglesa, alertaron a Martínez quien apresó el barco, pero lo liberó poco después. Apresó a otro inglés llegado a Nutka: la goleta Northwest America, rebautizada como Santa Gertrudis. La situación se complicó con la llegada de dos ingleses más, la balandra Princess Royal, (capturada y rebautizada Princesa Real) y el paquebote Argonauta, capitaneado por James Colnett.

El 24 de junio de 1789 Esteban José Martínez, tomó posesión de este puerto en nombre de S.M. Habían pasado dos meses de su arribada a Nutka. Surgieron problemas con el Argonauta, al llegar con sus bodegas atiborradas de mercancías. El deseo de Colnett era el de tomar posesión del puerto, formar establecimiento en él y fortificarse. Aunque Martínez le manifestara que este territorio pertenecía a la corona española, el capitán inglés se resistió y fue preciso retenerle con su navío y tripulación. Ambos, Argonauta y Princess Royal, fueron marinados y enviados cautivos al departamento de San Blas.

Vistas las complicaciones que podrían derivarse para el control de la soberanía de aquellos lejanos territorios, el gobierno español comenzó a fortificar el puerto de Nutka. Para ello situó en el islote de San Miguel, que junto al de San Rafael cerraban la boca de la ensenada, «una batería bien situada para defender el Puerto y las embarcaciones surtas en él». Al mismo tiempo se destacó al teniente de navío Francisco de Eliza, «como comandante de un establecimiento provisional», al mando de 76 hombres de la Primera Compañía Franca de Voluntarios de Cataluña.

El apresamiento de los barcos ingleses por parte de Martínez provocó en las cortes europeas deliberaciones inesperadas y decisiones desproporcionadas La cuestión de Nutka había comenzado. El virrey Revillagigedo, no queriendo complicar más las ya tensas relaciones con los ingleses, ordenó a Quimper trasladarse a Nutka y devolver la Princesa Real. El Argonauta había sido liberado con anterioridad. La expedición de desagravio con la Princesa Real zarpó de San Blas el 3 de febrero de 1790. Aparte de la devolución de la nave, llevaba la misión de averiguar las verdaderas intenciones inglesas en Nutka y reconocer el estrecho de Juan de Fuca. La Princesa Real sufrió algunos daños, entró en Nutka y Quimper permaneció allí del 5 al 25 de mayo, reparando la balandra antes de su entrega a los ingleses. No encontró a los ingleses por lo que prosiguió con la otra parte de la misión encomendada: reconocer el estrecho de Juan de Fuca y comprobar si sus aguas desembocaban en el Atlántico. Zarpó el 31 de mayo en la Princesa Real. Efectuó tareas de cartografía y exploración en la isla de Vancouver.

Allí tomó posesión de Sooke (Puerto de Revillagigedo), Pedder Bay (Puerto Eliza), Royal Roads (Puerto Valdés), Dungeness (Estado de Washington) (Bahía Quimper), Discovery Bay (Estado de Washington) (Puerto de Bodega y Quadra), y continuó bautizando más lugares con los nombres de sus compañeros de armas.

Quimper pensó que el estrecho de Juan de Fuca era cerrado, sin llegar a saber que en realidad era una isla, la actual isla Vancouver. Avistó Mount Baker (Gran Montaña del Carmelo), arribó al punto más al sur de la isla que él llamó González, variante Gonzalo López de Haro, alcanzó la rada de Esquimault y lo denominó puerto de Córdova, en honor del almirante Luis de Córdova. Arribó a Neah Bay, donde tomó posesión y la llamó de Núñez Gaona, en honor de este almirante. Regresó a San Blas el 13 de noviembre de 1790, sorprendiendo a todos al ver a la Princesa Real todavía en posesión española. El virrey Revillagigedo informó a la Corte sobre la necesidad de devolver la embarcación a su armador británico, la South Seas Company en Macao, además de enviar la relación de la exploración de Quimper con nueve planos del estrecho, que se conservan en el Archivo General de Indias en Sevilla.

En la misma época a la de Quimper, el 5 de mayo de 1790, el virrey Revillagigedo envió a Salvador Hidalgo, capitán del navío San Carlos, a costear el litoral de Alaska, llegando (1) a la bahía del Príncipe Guillermo, (2) a la ensenada de Cook y (3) al fondeadero de Puerto Córdova. En este último desembarcó e hizo amistad con los nativos. El 3 de junio de 1790 tomó posesión de Alaska en nombre del Rey de España, al mando de quince soldados de la Compañía Franca de Voluntarios de Cataluña, y unos cuantos marineros. El Imperio español alcanzaba así su máxima extensión histórica. Al día siguiente llegaron los rusos, pero Hidalgo no solo los ahuyentó, sino que buscó su base de operaciones, en la península de Kenai y, ante su vista, izó de nuevo la enseña española, ratificando sus derechos soberanos sobre Alaska. Hidalgo continuó navegando por las costas de Alaska y el 15 de junio llegó a una pequeña bahía a la que llamó Puerto Valdés en honor del entonces ministro de Marina. Hoy día, Valdés y Córdova son dos pequeñas ciudades del estado norteamericano de Alaska y sus topónimos españoles son los más septentrionales del hemisferio Norte. Regresó a San Blas el 13 de noviembre, nueve meses después del comienzo de la expedición habiendo sembrado la costa occidental de Alaska de topónimos españoles. Pero todo ello fue en vano, como veremos después. Cuando aún no había concluido su viaje, en octubre de 1790 España rubricaba la primera de las convenciones anglo-españolas de Nutka, que suponía las cesiones de territorios por nuestra parte.

En relación a las tomas de posesión, estas se realizaban con la siguiente -y ya antigua- fórmula literal: …tomaba y tomó, aprehendía y aprehendió la posesión de esta tierra, donde al presente esta desembarcado, la cual ha descubierto para siempre jamás en el dicho real nombre y de la dicha real corona de Castilla y de León, como dicho es, como cosa suya propia que es y que realmente le pertenece por razón de Ia donación y bula que el muy santo padre Alejandro sexto, sumo Pontífice Romano, expidió  motu proprio en donación a los muy altos y católicos señores don Fernando y doña Isabel su mujer, reyes de Castilla y León, de gloriosa recordación, y a sus sucesores y herederos de la mitad del Mundo…

Esta fórmula fue empleada en todas las tomas de posesión realizadas por los marinos españoles en el Noroeste de América desde 1774. No es difícil de imaginar la indiferencia de la mayoría de las tripulaciones -formadas por mulatos, indios y chinos- ante aquellas palabras, pero más importante para la política hispana era la impasibilidad y el desdén con que otras naciones europeas contemplaban esta anacrónica toma de posesión. La mitad del Mundo ya no era desde hacía muchas décadas de España, aunque se siguiesen plantando cruces y repitiéndose ceremonias a causa del impulso descubridor y poblacional que patrocinó Carlos III. Solo la ocupación efectiva de un territorio podía servir de legitimación.

En conclusión, pues, la expedición marítima de 1790 fue una de las increíbles hazañas marítimas realizadas por España en el Pacífico en la última parte del siglo XVIII. Los españoles esperaban encontrar el mítico paso del NW, que comunicaba el océano Pacífico con el Atlántico, y así la expedición de Quimper fue la primera gran exploración española al estrecho Juan de Fuca. Alejandro Malaspina, basado en un profundo conocimiento, y otras autoridades españolas destacadas en las riberas del Pacífico, subrayaban la debilidad de las recientes ocupaciones españolas y reclamaban más soldados, armas y dineros para hacer frente a una hipotética invasión extranjera. Pero también hay que apuntar aquí que, por muchos años, aunque de forma fragmentaria, el Pacífico se convirtió en un «lago español». Inmenso, desconocido, apasionante, mítico, imaginario… El gran océano sirvió para que los reyes castellanos sintieran como efectiva la donación papal hasta que los viajes de Cook y sus seguidores deshicieron el sueño de un Pacífico español.

El Tratado de Límites de 1792. repercusiones del tratado de Tordesillas en el pacifico septentrional. La cuestion de Nutka. El 10 de febrero de 1790 (mismas fechas en las que Quimper partió de San Blas para devolver la Princesa Real) siguiendo órdenes del secretario de Estado, conde de Floridablanca (José Moñino), el marqués del Campo, embajador de Carlos III ante la corte británica, cursó una protesta formal por lo sucedido en Nutka, exigiendo que los derechos españoles en el NW fuesen reconocidos en el futuro. El primer ministro, William Pitt, respondió el 26 de febrero de 1790 afirmando que el «acto de violencia» lo había cometido la corona española, exigiendo la inmediata restitución de los navíos y, además, que el gobierno hispano le ofreciese una satisfacción justa y proporcionada sobre un «acto tan injurioso para la Gran Bretaña». El 5 de mayo de 1790 se enviaba una nota a nuestro embajador en Londres, con la negativa del rey de Inglaterra de acceder a las pretensiones españolas de soberanía absoluta, comercio y navegación. Para colmo, el desembarco en Londres de John Meares, representante de la compañía perjudicada, en abril de 1790, y la redacción de un memorial lleno de errores y exageraciones de los hechos, exacerbaron aún más los ánimos de revancha de los ingleses tanto en el Parlamento como en la calle, viendo en el incidente de Nutka una oportunidad única para resarcirse de la derrota sufrida en la guerra de independencia americana (1783).

Abundando en lo mismo, Floridablanca, en su Testamento Político, dejó escrito posteriormente que era consciente del verdadero motivo que impulsó al Reino Unido a la disputa del territorio: «se valió la Inglaterra del pretexto del suceso de Nutka, en el Mar Pacífico, para armarse, amenazar y pensar en la ruina de nuestro comercio de Indias y de nuestra Marina.» Por su parte, el gobierno español argüía las declaraciones del cacique Macuina (de Nutka) quién negaba que hubiese hecho cesión del puerto de Nutka a Meares, «y sólo confesaba haberle permitido establecerse en él», repitiendo Macuina, según el gobierno español, que la cesión del puerto y playas circundantes sólo la había hecho «al Rey de España».

El tono agresivo de las respuestas inglesas fue acompañado de preparativos de guerra por parte de ambas naciones. Carlos IV aprestó una escuadra en Cádiz bajo el mando del marqués del Socorro, quien tomó posesión de su cargo el 14 de junio; mientras el día 24 del mismo mes, comunicaba a todos sus virreyes, gobernadores y demás autoridades ultramarinas el peligro de guerra con Inglaterra, ordenándoles que tomasen, en consecuencia, las medidas más oportunas para evitar ataques sorpresa como los ocurridos en 1762. Floridablanca, dado el cariz que iban tomando los acontecimientos, solicitó de su tradicional aliada Francia la ayuda pactada. Luis XVI se mostró partidario de socorrer a su primo desde los primeros momentos, pero la situación interna francesa, resultante de su proceso revolucionario complicó la llegada del auxilio solicitado. No obstante, Francia hizo una cerrada defensa de la «justa posición española» y consiguió que la Asamblea Nacional acordara que «se armasen 45 navíos. Holanda, por su parte, ponía a disposición de su aliada Inglaterra un número considerable de buques de guerra. Francia tan solo empezó a armar a quince de los cuarenta y cinco buques prometidos, debido a la «insubordinación y falta de disciplina de sus dotaciones». El fracaso de la alianza con Francia hizo reflexionar a Floridablanca sobre la necesidad imperiosa de llegar a un acuerdo con Inglaterra para evitar una guerra ruinosa. Una vez más, la debilidad diplomática española se puso de manifiesto. La inmediata respuesta española fue tranquilizar a los ingleses en el sentido que España «estaría pronta a desarmar, con tal de que esto se hiciese recíprocamente y en proporción de las circunstancias de ambas cortes».

Nuevas notas diplomáticas insistieron en esta desmovilización recíproca hasta el 24 de julio de 1790 en que el conde de Floridablanca (José Moñino) propuso solucionar el conflicto en base a tres puntos:

1. Arbitraje por un monarca europeo escogido por Inglaterra.

2. Iniciar las discusiones aceptando sólo hechos probados.

3. Que España daría satisfacciones siempre que Inglaterra concediese una contra satisfacción a España, caso de demostrarse que Inglaterra violó nuestros derechos.

El embajador plenipotenciario, Lord Alleyne FitzHerbert, en la primera entrevista que sostuvo con Floridablanca adujo que Inglaterra estaba sumamente interesada en que no llegara a producirse el rompimiento. Nuevas negociaciones culminaron el 28 de octubre de 1790 con la 1ª Convención de Nutka, o Tratado de El Escorial. Este tratado fue considerado un agravio temporal en los derechos de España en el Pacífico Septentrional, por lo que las autoridades esperaban mejores momentos para resarcirse. Efectivamente, el tratado era una claudicación de las posturas españolas para evitar una guerra que se consideraba ruinosa, si bien la sumisión era limitada: el acuerdo comprometía a España a la devolución de los edificios y terrenos arrebatados por los españoles, que debían indemnizar a los ingleses por los bienes secuestrados. Se insistía, eso sí, en el estrechamiento de los vínculos de amistad entre las dos naciones y se establecía, finalmente, la libre navegación y pesca, «en el Océano Pacífico o en los Mares del Sur», con algunas restricciones. No obstante, por el artículo 5 las dos Cortes acuerdan que sus barcos tendrán libre entrada y derecho a comerciar en la costa del NW e islas adyacentes situadas al norte de la dicha costa ya ocupada por España. Afirmación que tenía dos lecturas, ya que España incluía a Nutka en lo ya ocupado, mientras Inglaterra relegaba esta ocupación a San Francisco. Así ocurrió cuando Vancouver, por parte inglesa, y Juan Francisco de la Bodega y Quadra, por la española, se encontraron en Nutka para fijar los límites de ambas naciones, teniendo que dilatar la conclusión de su trabajo hasta que este tema fuese aclarado por ambas Cortes.

La Cuestión de Límites. El tercer y último viaje de Bodega y Quadra a la costa del Noroeste será ya como capitán de navío, al mando del Departamento Marítimo de San Blas. Lo hará al frente de una flotilla de barcos, y en circunstancias excepcionalmente ingratas para él. Pues se trataba de entregar a los ingleses por el Convenio de El Escorial aquellas tierras que él había descubierto. La ceremonia se centraba en la base de Nutka. La expedición constaba de las fragatas Santa Gertrudis, Aránzazu y Princesa, y de la goleta Activa. Salió a la mar de San Blas el 29 de febrero de 1792 y al llegar a Nutka, entró en contacto con el comisionado británico, capitán George Vancouver. Tras haber dado órdenes a sus oficiales de proseguir desde la flotilla los levantamientos cartográficos, y a sus naturalistas sus averiguaciones científicas, Juan Francisco sólo tiene de entrada la certeza de una cosa: va a extremar la caballerosidad y la delicadeza personal con su colega británico, para situarse en una actitud favorable a lo que venga. Macuina, el cacique de Nutka, no ocultaba el sentimiento que le producía que los españoles estuvieran a punto de salir de allí. Su primer encuentro con los ingleses había sido desgraciado y no tendió a promover su afecto hacia los nuevos dueños del puerto. A pesar de las excelentes relaciones que sostuvieron los dos marinos, ambos terminaron su misión, en diciembre de 1792, sin llegar a ningún acuerdo al exigir el gobierno británico que el límite de las posesiones españolas no sobrepasara la latitud de San Francisco, en California. A pesar del fracaso de las largas deliberaciones entre ambos marinos, su amistad quedó sellada bautizando la gran isla «de Quadra y Vancouver». El paso del tiempo y el peso de la historia fue olvidando el nombre del ilustre marino, permaneciendo en la actualidad solamente el del marino inglés.

Españoles en el estrecho de Fuca. Última exploración. Alcalá-Galiano y Cayetano Valdés.1792. Hacia fines de 1791, la larga búsqueda de un paso entre el océano Pacífico y el Atlántico estaba casi terminada. Las «Relaciones» de Ferrer Maldonado y Fonte fueron rebatidas. Malaspina, que se encontraba con su expedición en San Blas, tuvo noticia que el Virrey de Nueva España, el Conde de Revillagigedo, había ordenado el reconocimiento final del Estrecho de Fuca, con una goleta del Departamento.

Parece que fue entonces cuando Malaspina resolvió hacerse cargo del examen del Estrecho. Propuso Malaspina que las goletas Sutil y Mexicana que acaban de ser terminadas en San Blas viajaran a Fuca. Conseguida la aprobación del virrey, el viaje hasta el estrecho de Fuca pasó a ser parte de la expedición de Malaspina. Para ello, quedaron en Nueva España los capitanes de fragata Dionisio Alcalá-Galiano y Cayetano Valdés, pertenecientes a la expedición Malaspina, para asumir el mando de ambas goletas. Las goletas zarparon el 8 de marzo de 1792 y llegaron a Nutka el 13 de mayo. La expedición se dirigió a explorar el estrecho de Juan de Fuca. Se trataba de efectuar un reconocimiento pormenorizado de los canales interiores del estrecho en busca del posible paso interoceánico Pacífico-Atlántico. Paso imaginario. También exploraron la Isla de Nutka y Vancouver. Pasaron dos días en Nutka antes de zarpar para San Blas. El viaje de regreso terminó en San Blas el 23 de noviembre.

Se celebró una 2ª convención de Nutka en febrero de 1793, que compensó a John Meares por el apresamiento de sus barcos en Nutka, en 1789. Como resolución final tuvolugar la 3ª y última Convención de Nutka, el 11 de enero de 1794. En ella se resolvió la polémica: Además, -cita literal- han convenido Sus dichas Majestades en que los súbditos de ambas naciones tendrán la libertad de frecuentar en las ocasiones que les convenga el referido puerto, y de construir allí edificios temporales para su acomodo durante su residencia en dichas ocasiones. Pero que ni la una ni la otra de las dos partes hará en el dicho puerto establecimiento alguno permanente, o reclamará allí derecho alguno de soberanía o de dominio territorial con exclusión de la otra. Y Sus dichas Majestades se ayudarán mutuamente para mantener a sus súbditos en el libre acceso al dicho puerto de Nootka contra otra nación cualquiera que intentare establecer allí alguna soberanía o dominio.

Los ingleses impusieron su criterio y San Francisco quedó como posesión más septentrional de España en las costas americanas. El virrey de Nueva España ordenó efectuar cada seis meses un viaje desde San Blas a Nutka, pero solo se realizó uno en 1796. ​La crisis de Nutka se había solucionado para el gobierno español de la única manera posible. Floridablanca, a pesar de sus pesares, no pudo hacer más de lo que hizo. Y el imperio español continuaba su lento declinar, secular, que marcaba su devenir histórico.

Aunque las Convenciones de Nutka teóricamente abrieron a la colonización británica la costa noroccidental del Pacífico desde Oregón hasta Alaska, el comienzo de las guerras napoleónicas en Europa distrajo los esfuerzos colonizadores.

En ese momento los Estados Unidos no reclamaban nada en esas áreas, pero adquirió los derechos españoles en la zona por medio del Tratado Adams-Onis firmado en 1819. Los Estados Unidos arguyeron que habían adquirido los derechos españoles de propiedad exclusiva en el área; esta posición llevó a una disputa con el Reino Unido, resuelta mediante un tratado en 1846 dividiendo el territorio en conflicto y estableciendo lo que sería el futuro límite occidental entre Estados Unidos y Canadá.

Finalizamos con una reflexión de la historiadora francesa Marie Nöel Bourget, en la que ha calificado a las grandes expediciones del Siglo Ilustrado como el instante frágil en que Europa puede creer llegado su sueño humanista, extendido por fin a un mundo desvelado por ella y que pronto perderá. Se puede comparar esta calificación al instante frágil en la España en el Noroeste. Instante porque, a excepción de Nutka, la presencia de los barcos españoles en la inmensidad del Noroeste fue fugaz. Frágil, porque la presencia de los españoles fue transitoria, llena de dudas, irresponsable y, al final, domeñada por la diplomacia británica. Faltó una política coherente y eficaz: una campaña de descubrimientos, un plan económico apoyado por la Corona.


Bibliografía.

1. https://armada.defensa.gob.es/ArmadaPortal/page/Portal/ArmadaEspannola/cienciaorgano/prefLang-es/ 

(Instituto de Historia y Cultura Naval)

2. Revista de Historia Naval

Libros:

3. GONZÁLEZ CLAVERÁN, Virginia, Niños de Nutka en Nueva España, ¿neófitos o esclavos?, Madrid, Fundación Museo Naval, 2018.

4. LANDÍN, Amancio, Nutka 1792, ….escubrimientos Madrid,

Editorial Naval, 1992.

5. COMELLAS, Jose Luis, La primera vuelta al mundo, Madrid,

RIALP, 2012.

Artículos de revistas:

6. BERNABEU ALBERT, Salvador, <<El tratado de límites de 1792.

Repercusiones del Tratado de Tordesillas en el Pacífico Septentrional  

Centro de estudios Históricos CSIC, Madrid. Pp 1701-1702.

7. MARTÍNEZ RUIZ, Enrique, <<Las instrucciones de Carlos I y Magallanes, fuente de conflictos>>, LXII Jornadas de Historia Marítima V Centenario (II), Cuaderno Monográfico núm. 82, OCT (2020), pp. 89-102 8. MOLLÁ AYUSO, Luis, <<El viaje. Etapas y derrotas seguidas

Revista General de Marina, AGO-SEP (2019), pp. 303-312.



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